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Old Posted Mar 25, 2013, 10:07 PM
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Parte I

Etnografía de Cuaresma y
Semana Santa en Ilobasco


Crucifixion en parroquia el calvario en Ilobasco

Por Ramón D. Rivas

Memoria histórica. Eso es. Hablar y escribir sobre el pasado es volver a vivir en el presente. Cuaresma y semana santa es, quizás, el acontecimiento religioso que la feligresía en Ilobasco, — ahora una ciudad de importancia económica en el departamento de Cabañas en El Salvador—, a lo largo de la historia, ha celebrado con la mayor devoción y contrición. Este acto religioso comienza con el primer día de cuaresma, el “Miércoles de Ceniza”.

Importante después de este relato etnográfico sería que los Ilobasquenses se preguntaran ¿cómo sucede hoy en día este hecho socio- religioso? ¿Cómo lo vive la gente y cuál es el papel de los líderes religiosos?. Desde tiempos inmemoriales, para ese día, la iglesia del centro del municipio se llenaba de campe-sinos y gente de la ciudad para recibir ceniza. Hasta mediados de la década de los noventa, era la única parroquia del municipio; la iglesia parroquial San Miguel Arcángel.

Entonces, el sacerdote hacía la señal de la cruz de ceniza en la frente a cada feligrés para recordar que somos de polvo y en polvo nos hemos de convertir. El miércoles de ceniza, en la iglesia parroquial, se oficiaban hasta cuatro misas durante la mañana. El viernes de esa semana, se iniciaba con el primer Vía crucis al que le segui-rían los otros todos los viernes a las tres de la tarde desde la iglesia del centro hasta la iglesia de El Calvario.

Las catorce estaciones eran debidamente, y con el fervor y devoción que caracterizaba a la feligresía, arreglados con flores de la época y manteles morados y blancos en los andenes de las casas por donde iba a pasar la imagen de Jesús cargando la cruz. Las calles eran debidamente barridas y se aplacaba el polvo regando agua. Todos los viernes de cuaresma, la gente comía poco y la carne, a no ser la de pescado, era prohibida.

El pueblo entero se paralizaba desde el Jueves Santo después del medio día y solo se escuchaba en medio del sofocante calor el chillido de las chicharras. La gente caminaba despacio y meditabunda y se evitaba hablar en voz alta. A los niños se les pedía evitar gritar o correr. Era el momento de reflexionar sobre la pasión y muerte de Jesús.

En 1930, y de acuerdo con informantes, para el Vía crucis del viernes por la tarde, había una señora llamada Angelina Marroquín que se encargaba de recoger las flores en todos los barrios para adornar la imagen de Jesús Nazareno. Doña Angelina recorría, los viernes por la mañana, todo el pueblo en busca de flores «para mi hombre» —decía—, refiriéndose a Jesús Nazareno.

La gente adornaba las estaciones con flores. Las calles donde pasaría la procesión quedaban libres y limpias. Durante el recorrido se rezaba y la Banda Municipal tocaba «música de recogimiento». De acuerdo con doña María Hilda Barbón, desde 1920, para el Domingo de Ramos, su abuela, doña Sara García de Barbón, acostumbró «prestar siempre una burrita manza, la que solo servía para que montara Jesús con su ramo de palma de coyol en la mano».

En 1910, el padre Domingo Bartolomé Pazzuelo, —un sacerdote italiano que llegó a Ilobasco a principios del siglo pasado con sus hermanos y hermanas y que sus restos se encuentran en la ahora parroquia de Los Desamparados— fue quien instituyó que para el Domingo de Ramos se celebrara una misa en la iglesia de El Calvario a las siete de la mañana y, posteriormente, que la feligresía saliera en procesión hacia la iglesia central.

La gente acompañaba la procesión llevando consigo ramas de palma de coyol, que abundantes son en la época. Antes, la procesión salía de la iglesia parroquial y recorría solo las principales calles de la ciudad, retornando a la misma iglesia. Ya desde 1930, y de acuerdo con informantes, la costumbre era que para el Jueves Santo por la mañana, «en la iglesia del centro», se hacían los oficios, y, posteriormente, se efectuaba una procesión dentro de la iglesia.

Era una procesión muy solemne, que terminaba con la instalación de Jesús en el sagrario y el sacerdote entregaba las llaves del sagrario al señor alcalde. Se llevaba al Santísimo en el copón y se colocaba en el baldoquín del monumento. El alcalde invita-ba a todos los empleados del cabildo y personajes de Ilobasco para que estuvieran presentes al momento de recibir las llaves del sagrario.

Otro dato es el hecho de que, desde épocas inmemoriales, en la iglesia del centro, se ha acostumbrado a que después de «los oficios de Jueves Santo» se cubran las imágenes de la iglesia con mantas de color morado.

El padre Domingo Pazzuelo, en 1908, insta-uró que, el Viernes Santo durante la noche, en cada iglesia, se cubriera también el altar mayor con un gran manto mora-do, y en la parte de enfrente de cada iglesia la cruz fuera custodiada por dos jóvenes, los que se reemplazaban cada hora.

Desde el Jueves Santo hasta el Sábado de Gloria toda la gente acostumbraba no hablar muy fuerte, ni tampoco correr y se inculcaba a la gente a pensar en la pasión y muerte de Jesucristo.

Existía la creencia entre la gente y, aún hoy en día entre algunos entrevistados, que las chicha-rras que chillan por montones prendidas de las ramas de los árboles de jiote y conacaste, durante la época de Semana Santa, «lloran la muerte de Jesús en la cruz». Hay otros que afirman que los tres puntos brillantes que tienen las chicharras sobre la cabeza «son los tres clavos de la cruz». Antes de que llegara el padre Pazzuelo a Ilobasco, en 1905, las estaciones eucarísticas de Jueves Santo se practicaban de otra manera».

Las estaciones eucarísticas del Jueves Santo, se practicaban contorno del templo matriz; y ahora: van al Calvario y al Santuario de Nuestra Señora de Los Desamparados». Desde el Jueves Santo por la tarde, ya no se repicaban las campanas y, en su lugar, se instalaban en el campanario matracas de madera.

En algunas procesiones, como ser la del Vía crucis, un grupo de señores y acólitos iba adelante haciendo sonar las matracas. Aquel día, por la tarde, había una procesión por las calles principales con Jesús vendado, vestido completamente de blanco. Era una solemne procesión en la que participaban solo hombres. Una legión de “cucuruchos” (hombres completamente vestidos con sotanas moradas y cubiertos de pie a cabeza) rodeaban el andar con la imagen y hombres vestidos de soldados romanos con rostros del maldad infundían temor a esa rememoración. La procesión finalizaba en el atrio de la iglesia del centro. Allí encerraban a Jesús de Nazareno, vendado.

Dos hombres provenientes del cantón Las Huertas cuidaban a Jesús en la cárcel tocando una flauta y haciendo sonar un tambor, y decían: «Por la redención de Cristo. Una limosna por el amor de Dios».

Otro hombre hacía sonar las cadenas, y acostumbraba decir: «Jesús está preso en el huerto y no tiene más consuelo que es el ruido de cadenas». Hasta las once de la noche, la gente llegaba a adorar y a rezar frente a la imagen de Jesús Nazareno «preso en el huerto».

A las once de la noche salía para la iglesia de El Calvario “la procesión del silencio”. Era una procesión en la que también participaban solo hombres. Los informantes cuentan al respecto que «era algo imponente ver cómo aquellos hombres caminaban por la calles empedradas y en la oscuridad de la noche sin decir palabra.


Nota gracias gracias a: Diario CoLatino


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