UNA FIESTA GRATUITA EN DEFENSA AL 200 POR LOS 40 AÑOS DE SU CREACION
El Museo de la Ciudad sale a la calle para mostrar sus tesoros
Hoy desde las 11 habrá copetín, juegos, visitas guiadas y un cierre con un gran baile. La sala, a través de sus muestras, cuenta la vida y las costumbres de los porteños. Guarda desde viejos objetos cotidianos hasta reliquias de los vecinos. Por: Nora Sánchez
POPEA, UN SÍMBOLO. EN CADA MUESTRA LA DISFRAZAN DE ALGO ALUSIVO. YA FUE COCINERA, ENANITO DE JARDÍN, MALABARISTA Y, AHORA, MAESTRA.
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Este es un objeto muy querido y quiero dejarlo en el museo porque, así, es como si permaneciera yo mismo". Con frases como ésta, más de 2.000 vecinos donaron sus pertenencias más entrañables al Museo de la Ciudad. Así se reunieron 60.000 piezas, desde un botón con la marca de la tienda Gath & Chavez o la postal que inició un gran amor hasta juegos de muebles. "No hay nada que sea menor. Por algo se dice que la pequeña historia es la verdadera historia", afirma el arquitecto José María Peña, fundador de un museo que cuenta la vida cotidiana de los porteños y que, hoy, cumple 40 años. Para festejarlo, desde las 11 frente a la sede de Defensa 219 habrá copetín, juegos, visitas guiadas y para el cierre, un gran baile (ver Cronograma...).
El Museo de la Ciudad nació el 25 de octubre de 1968, con el fin de recibir elementos rescatados de las demoliciones para extender la avenida 9 de Julio. La idea había surgido en 1967, cuando Peña le propuso al intendente de entonces, Manuel Iricíbar, hacer un museo que contara la vida y las costumbres de los porteños. El funcionario aceptó y le pidió a Peña que fuera el director. "No está en mis planes, pero como soy un inconsciente, voy a aceptar", respondió el arquitecto, que dirigió el museo hasta su jubilación, en 2006 y hoy, a los 78 años, sigue colaborando.
CUNA DEL 900. IGUAL A LA DEL BEBÉ DE ROSEMARY, SE LA COMPRÓ ANGEL GALLARDO A SU HIJA, EN LA EXPOSICIÓN UNIVERSAL DE PARÍS
"La gente trae continuamente donaciones en forma espontánea, lo que demuestra que el museo está vivo", cuenta su actual director, Eduardo Vázquez, que hace 32 años trabaja en la institución. En las muestras nunca se exhiben objetos con los nombres de los donantes. "Así la gente siente que cualquiera puede dar algo. Pero nosotros sabemos quién nos dio cada pieza", dice Vázquez, mientras muestra los depósitos donde se atesoran los recuerdos de varias generaciones. "Son disparadores de la memoria", define Peña.
En una estantería se alínean escupideras de todo tipo y color. Las hay de porcelana blanca, con flores, enlozadas, celestes. En otra sala, casi un guardarropas gigante, hay grandes cajas de sombreros y cajones con prendas de vestir de diferentes épocas, incluyendo vestidos de novia negros. "No hacemos restauración a nuevo -explica Vázquez-. Los objetos no deben perder la huella del que los usó".
AUTITO DE LATA. UNA TURISTA ESTADOUNIDENSE QUE VISITABA EL MUSEO LO RECONOCIÓ: LO HABÍA FABRICADO SU ABUELO EN LOS AÑOS 30.
"Las cosas tienen una carga muy fuerte -asegura Peña-. Una vez tomé un taxi para traer al museo un saco y una chalina de Gardel que nos prestó la Casa del Teatro para una muestra. Y cuando el taxista se enteró de lo que llevaba, no me quiso cobrar el viaje. Me dijo que nadie se lo iba a creer, pero que a él le quedaba el orgullo de haber llevado la ropa del mudo".
Algunas piezas del museo tuvieron dueños ilustres. Como el macetero de la casa de José Ingenieros. O el juego de dormitorio matrimonial del escritor y millonario argentino Raúl Barón Biza y la actriz y aviadora suiza Myriam Stefford, que evoca una historia trágica. Un año después de casarse, ella se estrelló con su avión Chingolo II en San Juan. Los muebles llegaron al museo donados por Jorge, hijo de Barón Biza.
Otras piezas podrían haber estado cualquier casa. Como un juego de comedor de los 50, comprado en Harrods. O formaron parte de la vida de la ciudad. Un ejemplo es la cabeza de Geniol atravesada por tornillos que coronaba un camión repartidor, donada por la artista Josefina Robirosa.
SALA DE MÚSICA. AL FONDO, EL RETRATO DE MAURICE CHEVALLIER, PARTE DE LA ESCENOGRAFÍA DE CUANDO EL FRANCÉS CANTÓ EN BUENOS AIRES.
La mayoría de los objetos tienen más valor sentimental que material, pero también hay algunos bien valuados. Una vez el museo recibió los baúles de viaje con todo el vestuario de las giras de una bailarina de los años 30. Los baúles son Louis Vuitton y hoy, son una rareza de costo incalculable.
Aunque, sin duda, el sello del museo son las pequeñas cosas, reorganizadas año tras año en muestras con más humor que nostalgia. Juguetes, un tocadiscos Winco, enanitos de jardín, estufas, envases, un antiguo pupitre de escuela. "Acá la gente se reencuentra con un mundo que le pertenecía y desapareció", sintetiza Vázquez. Una mujer que dejó su firma en el cuaderno de visitas describió así su experiencia: "Me emocionó ver en un museo lo que fue mi mundo cotidiano".
Para descubrir
Germán Cervetto
Su atractivo es enorme, y no todos lo conocen. Lo que el Museo de la Ciudad propone hoy es un viaje en el tiempo, una aventura de conocimiento. Para muchos, los objetos que allí encontrarán formaron parte de su vida cotidiana, la de sus padres o abuelos. Para otros, los más jóvenes, será una oportunidad de descubrir el mundo donde vivieron los que los precedieron. En cualquier caso, está la chance de soñar, de emocionarse con los recuerdos que forman nuestra identidad y nunca se irán.
Cronograma de festejos
A las 11, Golpeando puertas en el museo, un concurso de preguntas sobre las puertas en exhibición.
A las 12, La Veredita, un copetín en la calle, con venta de vermouth, café, gaseosas y saladitos. Y visitas guiadas por el entorno del museo.
A las 15, Juguemos en el museo. Sobre la calle Defensa al 200 se organizarán juegos de balero, dominó, pinchar la cola al chancho y un rompecabezas gigante.
http://www.clarin.com/diario/2008/10...h-01788640.htm