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El tranvía consigue una formidable resurrección
En Puerto Madero, al costado de los rascacielos de nuestro Manhattan, circula el nuevo tranvía haciendo juego con la elegancia moderna de sus edificios. Es el único medio de transporte público, salvo los taxis y algún ómnibus, que se desvía de su ruta habitual para ayudar a los estudiantes de la Universidad Católica. Con su silueta aerodinámica, cómodo y silencioso, asientos tapizados de colores, piso bajo para subir y bajar sin los problemas de un colectivo, aunque con un trayecto de sólo 20 cuadras entre las avenidas Independencia y Córdoba hasta que se proyecte su llegada a Retiro.
Estas imágenes son iguales a las que nos llegan desde Francia o España, que compiten con otros modelos fabricados en Alemania siguiendo los diseños de vanguardia. El antiguo sistema de transporte que muchos habían dado por finado está nuevamente de moda. Una vez más, tuvo razón el refrán: los muertos que vos matáis gozan de buena salud.
Amigos del Tranvia
En los años 60 del siglo pasado, tan cercano y lejano al mismo tiempo, lo borraron del mapa en nuestro país por considerarlo un anacronismo. La Argentina tenía hasta ese momento una de las redes más grandes del mundo, con 857 kilómetros, y algunos apellidos, como los hermanos Lacroze, se convirtieron en su sinónimo.
Había nacido en la Plaza de Mayo en 1863 como prolongación de los trenes y se fue convirtiendo en fundador de barrios. Primero con los tirados por caballos y luego con la electricidad, que no es contaminante. De aquel pasado sólo nos quedan las fotos de archivo, y los fines de semana, los recorridos gratuitos con la flota de colección de la Asociación Amigos del Tranvía con apasionados aficionados ad honorem. Una atracción para propios y extraños que se acercan a Emilio Mitre al 500 (esquina José Bonifacio) en Caballito para iniciar todos los fines de semana este viaje nostálgico.
El pionero Premetro
En realidad, los porteños no reparamos en que el tranvía reapareció en 1986, hace más de 20 años, al crearse el Premetro, por iniciativa del entonces intendente radical Julio C. Saguier antes que la Ciudad decidiera ser autónoma. Casi tres millones de pasajeros por año reciben ese servicio en los vecindarios más sumergidos del sudoeste en el bajo de Flores, incluyendo varias villas de emergencia. Se prolonga más de 17 kilómetros, diez veces más que el de Puerto Madero, y tiene 15 estaciones o paradas, muchas sin nombre porque nacieron de hecho por necesidades de la gente. Es el más barato de los medios y llega hasta la estación Plaza de los Virreyes de la Línea E. Tiene un solo vagón con 37 asientos, aunque a veces recibe cinco veces más público (igual que los trenes) y junto al motorman hay un policía, por las dudas. No figura en el itinerario turístico, pero cumple la misma función de aquellos viejos tranvías que sembraron de barrios mi Buenos Aires Querido.
EE.UU. versus Europa
El mismo exilio condenó al tranvía en los Estados Unidos a mediados del siglo XX por la luna de miel con el automotor, que lo dejó en la vía. Salvo muy pocos lugares que lo retuvieron como signo emblemático en Nueva Orleans con el inmortal «Tranvía llamado deseo» de Tennessee Williams (que ahora es un destino servido por ómnibus). O en San Francisco, con el cable car, que se usó en las principales películas y series de suspenso, y cuya campanilla es funcional a sus calles en picada. Como en Mar del Plata desde 1922, donde pasaba por La Perla, trepaba La Loma y llegaba hasta el Puerto. Lo eliminaron en 1955 en un arrebato modernista del que ahora se arrepienten todos.
En Europa fueron más conservadores y se anticiparon a su formidable resurrección porque siguió funcionando en más de 300 ciudades. Con esos viejos vehículos todavía se puede llegar en Milán al monasterio donde está la «Última cena» de Leonardo Da Vinci, recorrer Lisboa a través de 22 líneas diferentes, conocer en el ex Berlín Oriental los escenarios de «Cabaret», en Viena ir hasta la casa de Freud o en La Coruña hacer cola para disfrutar del paseo junto al mar. Quedan los nombres técnicos, tram, tram car, tram way, trolley, street car, metro de superficie, metro ligero, tren-tranvía, supertram, tranvía expreso o sneltram, ferrocarril de ciudad o stadtbahn, ferrocarril de calle o strassebahn, etcétera. Y por supuesto nuestro lunfardo tranguay.
Ahora se llaman light rail
Los viejos modelos se desvanecen porque los nuevos participan de otro enfoque, el llamado light rail o la sigla que oímos con frecuencia LRT o rapid transit. Sigue el parentesco con el ferrocarril, pero son tranvías de segunda y tercera generación, como se nombra a los teléfonos celulares o los sistemas operativos de computación. Participan de otro paradigma tecnológico con menos vagones y tres veces más económicos que construir un subte, más livianos y funcionales. Una de las primeras experiencias fue la de Nantes en 1987 en Francia, que se fue extendiendo a Grenoble, Lyon, etcétera, hasta llegar a París a fines de 2006.
Otro gran impulso fue el de Alemania, que siempre había protegido sus sistemas con buen mantenimiento y donde, entre las líneas nuevas y viejas, tienen una gran red que sólo en Berlín suma 178 kilómetros. Sus nuevos modelos se tomaron en cuenta en Japón, que desde 1997 también sigue esta línea. En España la iniciativa la tomó Valencia en 1994 y al compás de su éxito se fue extendiendo en Bilbao, Alicante, Barcelona, Málaga, Sevilla, entre otras ciudades.
La tendencia se contagia en media Europa, que ya tiene casi 10 mil kilómetros de vías exclusivas. Los ve-
hículos son parientes del pasado, pero a su modo, porque parecen aviones y su finalidad es el ahorro de energía, la contribución a preservar la limpieza y el medio ambiente sin contaminación, con senderos de plantas, y reduciendo la polución sonora al circular en silencio.
Muchos van reemplazando paulatinamente algunas líneas del transporte automotor porque son rápidos y pueden llevar más pasajeros y a menor costo. La velocidad promedio de un ómnibus es de 8 kilómetros, según los atascamientos, mientras el tranvía sin obstáculos, igual que un tren, puede superar los 20 kilómetros, la mitad que en subte, pero al aire libre en lugar de estar encerrados bajo tierra. Y están pensados para contribuir al desarrollo ordenado en lugar del caos de las megápolis.
Generalmente, las nuevas estaciones se ubican cada 500 metros, dan pie a nuevos núcleos, y constituyen al mismo tiempo bases de seguridad con comunicaciones, cajeros automáticos, un universo de negocios.
La proxima Batalla de Londres
El singular intendente laborista de Londres, Ken Levingston, es otro apasionado del tranvía. Es el creador del ahora imitado Congestion Charge, impuesto de 8 a 25 libras según el grado de contaminación del coche, por circular por la zona central de Londres. Este año perdió frente al candidato conservador, pero prometió volver por la reelección en 2012 con esa bandera. Y proyecta, nada menos, eliminar los ómnibus y vehículos privados en Oxford Street, la más comercial y densa de Londres, para hacerla zona peatonal y unirla con estos nuevos tranvías.
Puerto Madero y La Boca
Entre el extremo norte de Puerto Madero y La Boca no hay más que mil metros, pero a nadie se le ocurre unirlos paseando.
Están prácticamente desiertos y poco amigables entre el agua y la sombra de la autopista. Allí está la plaza Solís, en Suárez y Caboto, donde se inició en 1905 el Club Boca Juniors, muy cerca de la ex imprenta de la calle Almirante Brown, donde nació River Plate. Ambas actas fundacionales están en la iglesia de San Juan Evangelista, a pasos de la Bombonera y la Vuelta de Rocha.
Hasta ahora, ese flanco casi desguarnecido de la avenida Pedro de Mendoza sobre el río es una zona de nadie, oscura e insegura, una boca de lobo hasta el punto de no obedecer a los semáforos para no correr riesgos. Es un paraje fantasmal entre los restos de la vieja estación de buquebús, usinas y obras abandonadas.
Un Tranvía del Este permitiría crear un corredor fantástico de enorme interés entre las zonas predilectas de los visitantes, uniendo Puerto Madero con La Boca. Para lo cual tendría que tener un trazado especial, con nuevas vías y un criterio urbanístico uniéndose con San Telmo, que podría ser paralelo de un Palermo Viejo del Sur.
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