Aunque resulte paradójico, consiste en la ausencia de planes, programas, políticas y estrategias, ya que su columna vertebral es dejar que la realidad fluya como un río, confiando al devenir del destino la solución de los problemas más acuciantes.
Ramón Frediani
Economista
No es un documento explícitamente escrito pero sí un conjunto de enfoques y decisiones que se observan al más alto nivel del Gobierno nacional y que ya están en ejecución. El plan económico nacional 2008-2011, si así pudiéramos denominarlo, tendría vigencia hasta el final del actual mandato presidencial. Aunque resulte paradójico, consiste en la ausencia de planes, programas, políticas y estrategias, ya que su columna vertebral es dejar que la realidad fluya como un río, confiando al devenir del destino la solución de los problemas más acuciantes. Una mezcla de versión mágica y contemplativa de la política económica, un “dejar hacer, dejar pasar”, parecido en parte al liberalismo de hace 200 años, pero con rasgos propios a contrapelo de la lógica económica. Un caso único de política económica bizarra. ¿Cuáles son los fundamentos de esta excéntrica interpretación de cómo debe ser una política económica? Veamos sus principales rasgos:
Inflación: no se adoptan medidas para frenarla porque no existe. Es un fantasma creado por la oposición. Los índices del Indec lo corroboran todos los meses.
Crisis energética: si es insuficiente la producción de gas y petróleo se importa de Bolivia y Venezuela respectivamente, se subsidian sus precios y listo. Lo mismo pasa con la energía eléctrica: si falta, se compra a Paraguay y Brasil y resuelto el problema.
Precio del dólar: para evitar especuladores y especulaciones, ni se sube ni se baja el tipo de cambio, sino todo lo contrario (?).
Competitividad de las exportaciones: la debilidad del dólar en los mercados internacionales mantiene la competitividad de las exportaciones argentinas y por eso no hace falta tomar medidas adicionales para mejorarla.
Deuda impaga con el Club de París: no hay apuro en resolver este tema, dado que los acreedores que lo conforman son países ricos que no deberían tener urgencia en cobrarle a la Argentina los 6.800 millones de dólares impagos que les debemos, que además para ellos es poca plata.
Coparticipación Federal de Impuestos: dejar las cosas como están y distribuir a las provincias de acuerdo a cómo se portan y disciplinan sus gobernadores e intendentes es mejor que dar cumplimiento a lo que ordena la Constitución Nacional, que está exigiendo a las autoridades nacionales una nueva ley desde hace 12 años.
Subsidios: mientras haya superávit fiscal se darán. Luego, no se darán.
Desempleo: ya ha caído lo suficiente, del 20 por ciento al 8 por ciento de la población laboral. El que resta mantendrá sus ingresos con los planes Jefas y Jefes de Hogar.
Campo: es mejor que no haya una política agropecuaria nacional, pues sería fortalecer políticamente a las cuatro organizaciones rurales y además sería mostrar ante la opinión pública una imagen de debilidad del Gobierno ante los ruralistas.
Nuevas inversiones productivas: es obvio que si a los empresarios les conviene, las harán, y si no, no las harán. Ellos conocen mejor que el Estado el arte de ganar dinero y por ende no necesitan incentivos para invertir, ni decirles dónde, cuándo, cómo y en qué hacerlas.
Obras públicas: se hacen las que ya están en ejecución. No hay plata para pensar en nuevos proyectos y por eso no hace falta planificar ni evaluar a futuro nuevas inversiones públicas.
Modernización del sistema ferroviario: es innecesario dado que ya hay 700 mil camiones circulando en las rutas argentinas que llevan y traen todo lo que hace falta a todos lados y el gremio camionero de Moyano mantiene el orden en ese sector.
Pobreza: se resuelve con los subsidios que ya está dando el Estado y con esto es suficiente.
Incremento de salarios: no son inflacionarios porque si eventualmente suben los precios minoristas es culpa de los precios de los alimentos.
Marginalidad e inseguridad: se resolverán con el proyecto, elevado al Congreso por la Presidenta de la Nación, de legalizar en todo el país el consumo y tenencia de drogas. Es un tema superado.
Plan estratégico: en un mundo globalizado, de cambio vertiginoso, la prioridad es lo táctico (corto plazo) y no lo estratégico (largo plazo).
Políticas de Estado de largo plazo: la realidad siempre funciona en el plazo inmediato. Todo lo demás son fantasías. Como decía el famoso economista Keynes, “en el largo plazo estamos todos muertos”.
Mejorar las relaciones económicas internacionales: no es necesario, pues en un mundo cada vez más poblado y hambriento, sí o sí vendrán a comprar nuestros alimentos, sin importar que nos llevemos bien o mal con ellos, si no vienen, peor para ellos.
Bicentenario: se celebrará con un gran acto en Plaza de Mayo y discurso del matrimonio desde el balcón de la Casa Rosada. Una versión kirchnerista del 25 de Mayo de 1810.
Silencios elocuentes. Con los argumentos contundentes e insólitos de este plan, no hay nada más que agregar. Entre los funcionarios, obediencia debida mediante, hay silencios que son más elocuentes que las palabras. En el más alto nivel gubernamental, los silencios y la escasez de propuestas sensatas describen un clima muy parecido a los 12 meses anteriores a la crisis de diciembre de 2001, en que casi todos los funcionarios nacionales, aunque no podían precisar la fecha exacta del fin de la convertibilidad, sí percibían en el aire la proximidad de su colapso, pero nadie se animaba a decirlo en voz alta, congelados por temor a un castigo político, laboral, tributario o contractual.
¿Dará resultados este plan económico nacional? Algunos –son los menos– piensan que eventualmente podría ser la solución definitiva de nuestros problemas, una suerte de nirvana económico, pero tanto la mayoría de los analistas y economistas profesionales, los principales medios de la prensa nacional e internacional, las entidades empresarias, las fundaciones, institutos y centros de investigación, como la mayoría de la gente común lo dudan e intuyen en que mantener y defender como en una cruzada medieval estos irrazonables razonamientos nos llevará en poco tiempo a una grave crisis económica.
Estos planes así concebidos, en realidad, se parecen mucho al huevo de una serpiente: la bestia (la crisis) no está aún, no ha nacido todavía, pero puede observarse su creciente y pulsante gestación a través de la delgada membrana que la recubre y que por poco tiempo más la mantendrá aislada del mundo real. Las máximas autoridades nacionales todavía están a tiempo de evitar su nacimiento. Si retornan a la realidad y actúan rápido, se entiende.
http://www2.lavoz.com.ar/08/08/05/se...nota_id=228175