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Posted Dec 31, 2009, 6:44 PM
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Observando la ciudad
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Join Date: Aug 2008
Location: Ciudad de Rosario - Prov. de Santa Fe - Argentina.
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El tema es muy polémico y este artículo de opinión refleja el problema:
¿Desmilitarizar o Desargentinizar?
Es un hecho inocultable, desde los primeros pasos dados por los pioneros antárticos, la competencia existente entre el Reino Unido de la Gran Bretaña y la República Argentina por la obtención de la preeminencia en el sector. Situación ésta que se mantuvo con cierto equilibrio hasta que, a principios de la década del `90, la Argentina pretendió obtener para sí el establecimiento físico de la Secretaría Permanente del Tratado Antártico en Buenos Aires. Iniciativa que, bajo la excusa de la supuesta desmilitarización de la actividad nacional, esconde el verdadero objetivo británico en el continente blanco, desargentinizar la Antártida.
A poco de cumplirse los primeros 100 años - 22 de febrero de 1904 - de la presencia argentina efectiva y permanente en la Antártida, nuestro país soporta la mayor presión extranjera para producir una fuerte disminución representativa en el sector. Son innumerables los desencuentros que evidencian la traumática relación antártica nacional con la británica, desde simples notas de protesta por vía diplomática, hasta llegarse en alguna oportunidad, a utilizarse la fuerza militar explícita para la defensa de determinadas posiciones y últimamente el constante contubernio del Reino Unido y sus países amigos para desacreditar y presionar a nuestro país contrariando sus posturas en la actividad polar. Todo esto, bajo el paraguas de una muletilla impuesta por la simple lógica oportunista y principalmente mucho marketing, "La Argentina tiene excesivamente militarizado sus sistema antártico".
Es necesario para intentar ser objetivos, reconocer que la República Argentina, por arrastre de sus hábitos de origen y por una cierta lentitud en agiornarse a los tiempos que corren, da al menos superficialmente, motivos para ser acusada de tener su sistema excesivamente militarizado, pero no por cuestiones de fondo, sino por no haber modernizado oportunamente su modo de funcionamiento. Un ejemplo de esto es la manera de referirse a sus asentamientos antárticos. A la mayor parte de ellos, nuestro país, haciendo honor a sus tradiciones las llama "BASES", término éste que en la jerga común relaciona a lo que en realidad son Estaciones Científicas perfectamente alineadas con los preceptos del Tratado Antártico, con los asentamientos militares en el territorio continental que la comunidad los conoce como cuarteles y por tanto como instalaciones militares, fortificaciones, etc, directamente asociadas con la esencia militar.
Sin embargo, la realidad de nuestras Bases Antárticas y hasta de aquellas que erróneamente se las continúa llamando Destacamentos, no se condice con lo que es la organización, ni con la motivación, ni con el funcionamiento de un establecimiento castrense. Una Base Antártica es un lugar en el que conviven hombres de ciencia con otros que a través de su labor logística, posibilitan a los primeros llevar adelante sus respectivos programas científicos. Estos, los que apoyan con servicios de mantenimiento, abastecimiento, administración, transporte, capacitación y comunicaciones a los núcleos argentinos en el continente blanco, suelen aunque no de manera excluyente, ser hombres de nuestras fuerzas armadas, asignados por las mismas a esta trascendente tarea. Esto no significa bajo ningún aspecto que se trate de una organización militar, sino del aprovechamiento de la capacitación de estos hombres para afrontar eficientemente la responsabilidad de apoyar logísticamente a tan compleja maquinaria antártica, complicada por sus condiciones de aislamiento, rigurosidad climática y dificultad geográfica. Los militares seleccionados para invernar en un asentamiento antártico no son seleccionados por su capacidad de combate, sino por sus características técnicas profesionales, son asignados a las campañas por sus habilidad como especialistas en meteorología, comunicaciones, mecánica, cocina, sanitaria, etc. y no por sus cualidades de Rambo. Ni siquiera en la actualidad ostentan su jerarquía, disponen de armamento o lucen sus uniformes de combate, sino que se identifican como cualquier antártico del mundo con sus hábitos antárticos. Definitivamente la Argentina paga con su terminología el precio de no haberse actualizado a tiempo, es hora de colocarse al tono del resto de la comunidad antártica internacional y llamar a las instalaciones polares "Estaciones Científicas", aunque dentro de ellas también habiten, como en la mayoría de las extranjeras, personal de las fuerzas armadas.
De la misma manera. Debiera la república actualizar su estructura logística antártica atendiendo a que ella sí demuestra una "objetable" militarización. La misma ley 18513, por razones de antigüedad, genera una estructura logística claramente militarizada y alberga en su organización elementos castrenses, con formas, instituciones y modalidades castrenses que en la actualidad no justifican debidamente tal situación. Si bien por imperio de esta ley la responsabilidad logística antártica esta asignada a las fuerzas armadas, esto, dado la evolución del sistema, desde lo nacional e internacional, desde lo político y económico y fundamentalmente desde la practicidad de la modernización y la evolución tecnológica, ya no cabe continuar con la interpretación global del término logística y sí exige una profunda readecuación del sistema determinando prioritariamente cuales son las actividades logísticas que son necesarias mantener en el ámbito de las fuerzas y cuales aquellas que pueden o deben encararse utilizando recursos aptos disponibles y mas convenientes, desde lo político y desde la optimización del gasto. Es así, que a modo de ejemplo podemos sugerir que se estructure un sistema logístico antártico apoyado básicamente en un gerenciamiento civil de las necesidades logísticas y se elimine un elemento netamente castrense como lo es el Comando Conjunto Antártico, organización estrictamente militar, integrada por militares y conducida bajo las leyes y reglamentos militares.
No obstante, y aún en el reconocimiento de cierta verosimilitud del cargo de militarización del sistema antártico argentino, hemos visto en este último año algunas cuestiones que repentinamente nos empiezan a demostrar que el problema real para Inglaterra no era la presencia militar en la Antártida, presencia que ellos mismos ostentan en su propia estructura, sino la indeclinable voluntad de reducir a la menor expresión posible la significativa presencia antártica argentina. El intento de cierre de la mitad de las bases permanentes de nuestro país en agosto del 2001 por parte de las propias autoridades nacionales, decisión sustentada falazmente en creíbles pero inexactos problemas presupuestarios; la presión ejercida por esas mismas autoridades ante el gobierno fueguino para desplazar a un especialista comprometido con el tema, por un audaz improvisado funcional a quienes están dispuestos a la entrega; el sondeo de opinión expuesto por la tan mentada encuesta realizada este año en la Provincia del Chubut y el reconocimiento en boca de los mismos protagonistas (panfleteada en la DNA) de la redacción de un decreto de necesidad y urgencia, que en tiempos de transición política y sin ser necesario, ni urgente, brinda a quienes están dispuestos a cualquier costo satisfacer las exigencias británicas, la posibilidad de hacer y deshacer a gusto, desde el abrigo impune de la cancillería argentina, los destinos de nuestra actividad antártica, la aparente satisfacción de los hombres de armas por considerar que dicho decreto protege sus intereses institucionales al serles transferidos los bienes que fueran adquiridos para y por el sistema antártico, nos hacen notar que se esta concretando con la importantísima colaboración de algunos pocos funcionarios argentinos complacientes, la pretendida desargentinización de la Antártida. Desargentinización que paradójicamente, vendrá imbuida de una aún mayor militarización aparente del sistema o mejor dicho de lo que quede del mismo. Porque si algo podemos asegurar es que con la vigencia del decreto mencionado, se logrará que la argentina pierda en poco tiempo gran parte de sus asentamientos antárticos. Aunque los llamemos bases, destacamentos o estaciones científicas serán, si queda alguno, una pequeña muestra de lo que ha sido una gloriosa presencia antártica argentina. Pero eso si, la entrega se paga bien, aquellos que hoy son funcionales al imperio lograrán cargos de privilegio en sus respectivas instituciones, puestos destacados en la tan pretendida Secretaría Permanente del Tratado Antártico y un sin número de comisiones al exterior que utilizando viáticos y vuelos internacionales y hoteles de 5 estrellas, con un poco de suerte, tal vez puedan incorporarse al séquito de "amigos confiables de su graciosa majestad".
Mientras tanto, nuestro país deja en el pasado todo derecho de reclamo de soberanía en el continente que hace un siglo conoce del esfuerzo, la abnegación y el sacrificio de nuestros pioneros, hombres de armas o de la ciencia que, según parece, no gozan del reconocimiento de su pueblo o al menos de los dirigentes de su pueblo. No nos debe sorprender a los argentinos la situación a la que hemos arribado de la mano de quines han estado dispuestos, como en el caso que nos ocupa, a otorgar lo que sea necesario para lograr un beneficio personal o falsamente institucionalizado, a consta de qué? De eso abstracto que llamamos Patria.
Horacio Miranda
Fuente: Al Final. Redacción 19640.
Saludos.
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